Descripción
Después de lograda la independencia en México, el nuevo gobierno, preocupado por el mal estado y las condiciones antihigiénicas en las que se encontraban las cárceles, herencia de la colonia novohispana, y con el interés por combatir el crimen e incidir en la rehabilitación de los delincuentes, se centró en modernizar y reformar el sistema carcelario. Este interés no pasó desapercibido en Jalisco, y con la decisión de un político conservador como Antonio Escobedo, quien fuera su fundador, pero impulsada por las ideas de Mariano Otero, y realizada gracias al altruismo de miembros de la elite económica como Francisco Martínez Negrete y por los impuestos obtenidos para tal fin, la entidad pudo iniciar en 1844 la construcción de la Penitenciaría Estatal, que fue una de las primeras en operar en México bajo los modelos norteamericanos en boga. El nacimiento de la Escobedo fue paulatino y lleno de problemas debido a los diversos conflictos que se generaron durante buena parte del siglo XIX y a la continua escasez de fondos económicos. Aunque fue en el porfiriato cuando alcanzó su mejor momento, esta penitenciaría se significaría por sus constantes altibajos que pusieron en duda el logro de sus propósitos, ejemplificado por las constantes quejas de sus internos, la violencia cotidiana, los graves problemas de salud y las pésimas condiciones higiénicas en la que se encontraban inmersos. Orientaba bajo el lema de Rehabilitación por el trabajo, moralidad y religión, la Escobedo representaría un importante símbolo de la dictadura porfiriana, un orgullo para los habitantes de Guadalajara y un temor para las llamadas clases peligrosas de Jalisco.
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